martes, 7 de abril de 2009

Una preocupación

Hoy me levanté con una certeza. El periodismo de largas y anchas páginas que tanto aprendimos a amar en las aulas de clase en los años 80 tiene sus días contados y por más que intentemos darle la vuelta, renovarlo y en muchos casos hasta atrasarlo, llevándolo a formas y esquemas superados, no podremos evitar su desaparición, su caducidad.
Eso de oponernos como barreras a los cambios es tarea perdida. Pensar que volver a los esquemas del pasado es renovar el periodismo es un error que muchos andan cometiendo por allí.
Tenemos que ponernos del lado de la creatividad. Sorprendentemente, el desafío para estar a la altura de los tiempos y cambios sigue siendo el mismo que ha venido azuzando al escritor y al periodista a través de los siglos: lograr la precisión perfecta, la frase minúscula, la puntería infalible que con la menor cantidad de palabras nos permita resumir páginas y páginas de tedio y flojera redaccional.
En estos días de velocidad, de títulos impactantes y de noticias menudas, un texto grande sólo se justifica por la calidad, la elegancia y por el reto de mantener al lector pegado de principio a fin, y vaya que eso lo logran muy pocos.
Ese amasijo de preguntas y respuestas que muchos ensamblan sin color y talento, comparándolo injustamente con aquel periodismo de ficción y literatura de los 60-70, suena tan desubicado por estos días que hace falta, sin guardar dudas, un remezón de literatura y de originalidad a ese periodismo tedioso y extralargo que algunos periodistas se niegan a abandonar.

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